jueves, mayo 15, 2008

LA OBRA ASCÉTICA DE SAN EFRÉN EL SIRIO (10)

10

Amigo mío, cuando tú veas a personas avanzadas en la vida espiritual caer en la negligencia, ten cuidado y ponte a buen recaudo por temor a que procurando imitarlos no sigas, tú también, su camino y no recibas con ellos la herencia del castigo eterno, o también por temor a que, vuelto abstinente, no te exaltes a sus expensas, no caigas en pensamientos de elevación y no estés sometido al poder del Enemigo. Estate más bien atento a ti mismo y guarda cuidadosamente tu alma, porque no seremos justificados ni condenados por las obras de otros; antes bien, cuando seamos llevados ante el Juez, cada uno de nosotros, desnudo y con la cabeza baja, dará cuenta de sí mismo y aportará su propia carga. Por ello, es bueno tener cuidado siempre de uno mismo, de imitar a aquellos cuya conducta de vida es según Dios, de considerarlos con respeto y de hacernos semejantes a ellos.

No te hagas émulo de aquellos que desprecian su salvación y se enorgullecen únicamente de su vestido, para no parecerte a un soldado capturado por los enemigos que, aun llevando el sello de su rey, sirve de hecho a sus enemigos. Pues, en efecto, no miente Aquél que dice: “En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo del pecado” (Jn 8, 34). Porque el vestido [monástico] es semejante a las hojas, pero en cuanto al fruto, es la obra (Cf. Mt 21, 19). No concedas pues ninguna atención a la vestimenta exterior y no emules a los que te dicen: “Tú no eres peor que aquellos que caen en las pasiones”. Más bien, ten bien presente en tu espíritu lo que está escrito: “En una gran casa, no sólo hay vasos de oro y de plata, sino también de madera y de arcilla. Los unos están para un uso noble, los otros para un uso vulgar”. Si, pues, desobedeces al Señor cumpliendo con las obras del pecado, serás un vaso sin valor. Pero si pones en práctica las obras del Señor, serás un vaso de gran precio, santificado, de buen uso para el Maestro y preparado para toda buena obra (2 Tm 2, 20-21).

Gusta de la buena compañía, pero estate alejado del mal. Ni los magos, ni los ladrones, ni los saqueadores de tumbas lo eran desde su nacimiento, sino que se hicieron así bajo la influencia de hombres con el espíritu corrompido por Satán que los instruyeron en estas prácticas. Dios, en cambio, ha dado forma a todas las criaturas buenas hasta el extremo. No te complazcas en el baño, en la bebida, en las reuniones en la plaza pública y en la vida sensual, por temor a caer en invencibles peligros. Acuérdate siempre de la aflicción de los pecadores, temiendo que un día, después de un poco tiempo pasado en su compañía, seas, tú también, contado entre sus filas. ¿No has experimentado jamás que, después de haber entrado en una casa presidida por el duelo, comprobando el espectáculo del dolor y de los lamentos, hayas deseado vivamente evitar esa morada? Así también, nosotros debemos juzgar las realidades eternas por comparación con las circunstancias pasajeras. Está dicho en verdad: “Dale al sabio una oportunidad, y él se hará más sabio” (Pr 9, 9). Muéstrate sin malicia en tu asentimiento a los mandamientos de Dios, pero sé retorcido para hacer fracasar los artificios del diablo y suprimir las relaciones perjudiciales, de modo que el hombre interior que hay en ti alcance el descanso.

[Nota: Imagen obtenida de Wikipedia (Icono conservado en Meryemana Kilesesi, en Diyarbakir, Turquía]

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